jueves, 30 de abril de 2009

Guti y Arantxa, un único ser

Según los gurús de la cosa estadística, un 10% de la población fornica con individuos de su mismo sexo. Para evitar colapsos nerviosos entre los sementales que custodian su hombría bajo siete llaves, rebajemos estas previsiones perversas al 8%. Como yo profeso una fe ciega y obsesiva en las matemáticas -Dios no existe-, acepto el ocho, número redondo, carnoso y mullido, con sumisión militar.

Y lanzo al aire una fotografía deliciosa: la Humanidad es una eterna orgía de penes acariciando penes y vaginas sudando vaginas. Eso sí; que no cunda el pánico. Los maricones estamos de moda, ganamos el triple y somos más guapos, así que esta globalización sodomita no es tan grave.

Y como hoy tengo aspiraciones de azafata del Un, dos, tres, sigo tecleando con eficacia de mujer florero las sugerentes teclas de mi calculadora. 25 jugadores por equipo y un total de 20 equipos suman un total de 500 desgraciados. Medio millar de payasos que viven del cuento gracias a esa ONG con ínfulas de vertedero que se denomina Primera División. Y el 8% de 500 es 40.

40 homosexuales -vale, quizá sean 20- que se tiñen el pelo igual que sus amantísimas esposas, que se tocan los cojones en la sangrienta barrera de los penaltis, que se abren de piernas en un baile místico con maneras de cucaracha cada vez que celebran un gol. Que blindan la obscenidad de sus contratos multimillonarios con vidas ejemplares, berlinas familiares, chaletes adosados y bautizos en el Hola!

Los futbolistas, raza de la infamia, se deben a su público. Pero su público se rapa la cabeza, se tatúa esvásticas en los homoplatos y se envuelve en banderas franquistas al calor del triunfo. Así que admitir la desviación de un cromosoma tonto es firmar una sentencia de muerte. El ostracismo definitivo a las marismas del olvido.

No pasa nada si Guti y Arantxa, fusionados ambos dos como un único ser, venden un posado de camisetas mojadas y mechas platino. O si se implantan colágeno en los morritos de frambuesa a la misma hora y en el mismo lugar. O si comparten estilista, tatuador, quiropráctico y dietista de la alcachofa. Hasta aquí todo es ordinariamente lógico, ordinariamente normal y ordinariamente corriente.

Pero si mister Guti se perdiese el laberinto del sexo anal, millones de españolitos de clase media y cultura más media todavía tendrían un monstruo a quien odiar. Él, tan rubio y tan suave y tan frágil, sería el epicentro del cachondeo nacional. El punto caliente del aborregamiento de un país, España, que folla poco e insulta mucho.

Pues se acabó. A Dios pongo por testigo que nunca más volveré a pasar hambre. Y que un futbolista, uno sólo de los 20 que pastan en los campos de Primera División, saldrá del armario más temprano que tarde. Si lo hemos hecho Almodóvar y un servidor, ¿por qué no puede hacerlo un pichichi del tres al cuarto? Pues eso. Hasta el viernes que viene.

jueves, 23 de abril de 2009

Gol: tres letras para analfabetos

Odio el fútbol. Escenifica el infierno de una niñez, la mía, curtida con insultos, escrotos suavecitos y la revista Superpop. El balón, ese cáncer de cuero viejo y con estrías, fue el gran enemigo de mis primeros esbozos de adolescencia. Después, cuando empecé a comer penes y a chupar testículos, el deporte rey pasó a un segundo plano de mi existencia.

Pero su sombra, cabrona y al acecho, sigue resoplándome en la espalda. Su olor cavernícola, sus cánticos monosílabos, su sudor manchado de tarjetas rojas, su estrategia fascista y militar. Todo esto, y mucho más, permanece en los bajos fondos de mi subconsciente. Y contra el subconsciente, como muy bien esgrimen los psiquiatras, no hay nada que hacer.

¿Qué se puede esperar de un deporte cuya máxima expresión léxica es la unión atolondrada de tres putas letras? ¿Gol? ¿Cómo es posible que una g, una o y una l tengan en jaque a millones de analfabetos funcionales? Entiendo que el cerebro de los hooligans no fue diseñado para las filigranas lingüísticas. Pero si han aprendido a decir maricón -acentuado en la o-, con un poquito más de esfuerzo hasta podrían estructurar una frase con cierto sentido. O no, chi lo sa.

Como un virus letal, la homofobia busca tejidos putrefactos a los que agarrarse. Y el terreno de juego, escoltado por sus gradas Fondo Sur, tiene la temperatura ideal y el cociente intelectual perfecto -ninguno- para albergar un odio nauseabundo a la homosexualidad. Pobre de aquel súbdito del Dios Fútbol que se atreva a alternar por las aceras más viciosas de la vida; cualquier maricón hecho y derecho tiene los días contados en esta comparsa de dorsales embarrados, patadas zurdas y copas del Rey.

Pero el show debe continuar, y ni los patrocinadores, ni los informativos, ni las tertulias interplanetarias de puro y litrona van a abandonar esta nave multimillonaria. El mundo gira alrededor de 11 inútiles sin graduado escolar que, entre puta y puta, patalean un balón durante 90 minutos. Y esperan que yo, maricón perdido, les rinda pleitesía. Pues no.

Piernas depiladas

Señores, me gusta que me den por el culo. Despacito y a compás. Y me importan una mierda vuestros fichajes galácticos, vuestros goles por la escuadra, vuestras tardes de domingo y vuestro racismo de pandereta. El único aliciente de este deporte posmoderno y mercantilista se esconde en el tronco inferior de sus protagonistas. En las piernas. Piernas y más piernas de músculos perfectos. Piernas y más piernas deliciosamente depiladas. Piernas y más piernas rotundas y carnosas como enredaderas. Más allá del fémur, la tibia y el peroné, el fútbol no existe.

Y aquí estoy yo, de vuelta al ruedo cibernético, en una web de tintes golísticos. "Reportajes de calidad", dicen sus creadores. Tanto es así, que me han pedido que esté a la altura. Que escriba lo que quiera y cuando quiera, pero con estilo, con elegancia, con soltura de periodista intrépido. Mientras preparo mi salto al estrellato literario, me uno a su aventura. Porque son mis amigos, porque les quiero, porque sé que necesitan a Martín Lobo para no naufragar.

¿Que quieren textos con estilo, con elegancia y con soltura de periodista intrépido? Pues allá voy: pito, tranca, minga, pollón. Hasta el viernes que viene.